Características de la comunicación en red

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Características de la comunicación en red

 

2.1) De la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento

En los últimos 30 años, más o menos, ha venido produciéndose una revolución de importancia aún no convenientemente ponderada, y todavía pendiente de desarrollarse en toda su complejidad, en el campo de las comunicaciones. Por más que los efectos de esta revolución comunicativa hayan comenzado a ponerse de manifiesto a partir de los años 90, la verdadera revolución hunde sus raíces tiempo atrás.

En esencia, la base de esta revolución se encuentra en el paso de una sociedad industrial a una postindustrial cuya nueva base se sustenta en el manejo y transmisión de informaciones de toda clase, esto es: la llamada sociedad de la información, que consiste, a grandes rasgos, en la sustitución de la acumulación de productos por acumulación de conocimiento; el crecimiento industrial es sustituido, en suma, por el crecimiento tecnológico (Castells, 2000: 130-133).

La fase de crecimiento económico de los años 90, cuyo vértice se ha situado indiscutiblemente en los EE.UU., provino, al menos en parte, de la eclosión de las nuevas tecnologías de la información en los primeros años 90, coetánea y culpable de la aparición fulgurante de Internet. En consecuencia, durante bastante tiempo los mercados permanecieron orientados de forma unánime hacia todo lo relacionado con lo que se ha llamado, de forma un tanto ecléctica, “nuevas tecnologías”. Este es un concepto que ha provocado la fascinación casi unánime de gobiernos, empresas y ciudadanos, auténticamente entusiasmados por el amplio abanico de posibilidades que las aplicaciones informáticas, fundamentalmente, permiten en todos los ámbitos de la vida. Aunque no se trata de sustituir acríticamente al ser humano por los ordenadores, la informática o la fibra óptica, como denuncia Neil Postman (1993: 111), es evidente que la tecnología, el crecimiento tecnológico, está en la base tanto de la bonanza económica como de los programas de Gobiernos y empresas dirigidos a un aumento del empleo, la inversión o el beneficio económico, en su caso.

¿Cómo ha podido producirse esta revolución tecnológica? ¿Y qué consecuencias ha comportado? Asumiendo que el uso y evolución de toda tecnología no puede estudiarse desligado del propio cambio social (Williams, Strover y Grant, 1996: 638-639), en la base de la revolución tecnológica confluyen otras dos, a su vez íntimamente relacionadas:

- la revolución de la informática provocada por el descubrimiento del microprocesador en 1971 (y la subsiguiente aparición del ordenador personal ya en 1975, con exitosa difusión a partir de 1977 del Apple II), que permitió la difusión de la tecnología a los particulares y un desarrollo de la misma a un ritmo increíblemente rápido, por un lado;

- y la llamada “revolución digital”, o la transformación de complejos procesos informativos (tanto de imágenes como de sonido, textos, etc.) en cadenas de ceros y unos sencillas de transmitir por redes, es decir, siguiendo a Nicholas Negroponte (2000), exdirector del Media Lab del Massachussets Institute of Technology y uno de los principales profetas de la revolución digital, “la conversión de átomos en bits”.

El código binario, ideado por el filósofo inglés Charles Bacon (1561-1626), siempre ha estado en la primera línea de la computación, donde las órdenes se transmiten a través de largos números, compuestos exclusivamente por ceros y unos, que sustituyen al lenguaje natural transmitiendo información. De ahí deriva la clara interconexión entre ambas revoluciones, cuyas consecuencias directas, en el ámbito de la transmisión, edición y almacenamiento de informaciones, son las siguientes:

- La información en formato digital resulta de mayor calidad que sus antecedentes analógicos; el formato digital carece de impurezas y, virtualmente, de caducidad. A diferencia de los soportes analógicos, donde a) el paso del tiempo, así como el uso continuado del soporte, implica la continua pérdida de calidad y definición en los contenidos; y b) la copia del original supone también una pérdida de definición en evolución geométrica conforme continua el proceso de reproducción de unas copias a otras, los contenidos en formato digital, fundamentados en el código binario, mantienen siempre la misma definición con independencia del paso del tiempo o del uso. En realidad, no puede hablarse de “original” y “copias” en el contexto de los medios digitales, puesto que las diferencias entre ambos, configurados merced a la misma estructuración de la información en largas cadenas de ceros y unos, son inexistentes. El “aura” del original, que diría Walter Benjamin (1973) [1936], se pierde definitivamente, y no cabe extrañar, en este contexto, las enormes dificultades de la industria de los contenidos ante el nuevo entorno digital, donde las copias efectuadas por los usuarios y distribuidas a través de la Red mantienen exactamente la misma calidad que el archivo primigenio u original, salvo cambios en el formato debidos a la compresión de datos (para ahorrar espacio de almacenaje) o eventuales desperfectos en el soporte físico que contiene los datos

- Además, el almacenaje, reproducción y copia de estos archivos digitales resulta más barato que con sus equivalentes analógicos, y paulatinamente, conforme se desarrollan nuevos avances en todos los campos de las nuevas tecnologías digitales, en mayor medida.

- Por último, y como veremos a continuación, las tecnologías digitales suponen un ahorro enorme de tiempo y espacio en la difusión y almacenamiento de la información.

Estas ventajas iniciales de los contenidos en formato digital contribuyen poderosamente a generar un incipiente nuevo modelo de comunicación, desarrollado fundamentalmente (pero no sólo) en Internet, que designaremos como “comunicación en red”, con unas características y potencialidades singularmente diferenciadas a las de los medios de comunicación de masas “convencionales”. Las características principales, que pasaremos a describir a continuación, son a) la ruptura del tiempo y el espacio, a la que ya hemos aludido tangencialmente; b) el carácter multimedia de la información; c) la hipertextualidad como criterio de ordenamiento de la información; y d) la interactividad que es posible desarrollar en un alto grado entre emisor y receptor, e incluso entre los eventuales receptores de la información .

2.2) Ruptura del tiempo y el espacio

Los medios tradicionales se caracterizan, en mayor o menor medida, por acotar en unas dimensiones bien definidas, espacial y temporalmente, sus contenidos:

- Espacialmente: el conjunto de la información que puede ofrecer un diario está necesariamente limitado por sus dimensiones físicas; los contenidos tanto de la radio como de la televisión dependen, en su estructura y en su ordenamiento, de la programación elaborada por el medio. El ámbito de difusión de cada uno de estos medios derivará de su capacidad de distribución (en el caso de los periódicos) y de su ubicación en el espacio radioeléctrico, así como de la abundancia de receptores en la audiencia potencial para disfrutar de los contenidos del medio (en el caso de la radio y la TV).

- Temporalmente: los medios nos ofrecen un producto acabado difícilmente modificable en función de acontecimientos ulteriores; el periódico puede lanzar una edición especial para ofrecer nuevos contenidos (si bien dichos contenidos tardarán necesariamente unas horas en llegar al público), pero habitualmente ha de remitirse a su periodicidad (diaria, semanal, etc.). La TV y la radio pueden vulnerar su programación, pero en tal caso no tendrán más remedio que sustituir unos contenidos (los inicialmente previstos) por otros (los que, por su actualidad y su importancia, justifican los cambios en la programación), ofreciendo una única opción a la audiencia. En cualquier caso, para que el mensaje llegue al público tanto la radio como la televisión requerirán de su presencia delante del receptor en el preciso momento en que determinados contenidos pasan a emitirse.

Los medios digitales, sin embargo, y muy particularmente Internet, posibilitan una superación parcial de las coordenadas espaciotemporales, merced a diversas características que le son propias:

- Instantaneidad: las redes de comunicación basadas en el lenguaje digital son capaces de llevar a cabo la transmisión de datos de una forma mucho más rápida que con los mecanismos convencionales: por su dependencia de las redes de comunicación telefónica, de fibra óptica o electromagnéticas, los bits se transmiten a la velocidad de la luz, en un tiempo ínfimo, por tanto. El desfase temporal en la emisión de contenidos que requiere la prensa y, en ocasiones, la televisión (no así la radio), queda reducido al mínimo en los medios digitales . Los contenidos enviados a Internet quedan publicados en el soporte digital de inmediato.

- Ruptura de la periodicidad: la instantaneidad de los medios digitales implica, además, que dichos contenidos pueden actualizarse en cualquier momento y constantemente. La idea del “diario” o “periódico” digital quedaría puesta en entredicho, dado que estos medios ya no están constreñidos por consideraciones técnicas (edición, impresión y distribución del periódico) que supongan marcarse obligadamente una determinada periodicidad. Los medios digitales, bien al contrario, pueden conceptuarse como medios aperiódicos donde las actualizaciones se producen constantemente y/o en función de los intereses y deseos del editor. La ruptura de la periodicidad, además, no sólo se produce por parte del emisor; también los receptores pueden elegir en qué momento consultar la información, con una discrecionalidad mucho mayor que la que disfrutan los usuarios de los medios “convencionales”, que normalmente se remiten a la edición del día del periódico, el boletín horario de la radio, o el informativo nocturno de la televisión.

- Universalidad: Las coordenadas espaciales, en lo tocante a la difusión de los contenidos, quedan superadas en gran medida por el carácter global de la red. Los contenidos expuestos en la página de cualquier medio de comunicación del mundo pueden ser consultados desde cualquier otro lugar conectado a la red, con independencia de la distancia física entre el emisor y el receptor, aquí perfectamente prescindible dado que el “espacio” definido por el medio se fundamenta en un referente “virtual”, el de las redes interconectadas a nivel planetario. De esta forma, el medio de comunicación puede conceptuarse como local o regional (en función de su ámbito geográfico de interés y de su idioma vehicular), generalista o especializado, como medio ajeno o perteneciente al flujo de la comunicación de masas, pero éstas son, en principio, elecciones voluntarias en un contexto de audiencia global.

- Capacidad de almacenamiento: las limitaciones impuestas por el soporte físico de cada uno de los medios convencionales son también puestas en cuestión por los sistemas de comunicación digital, donde el almacenamiento de lo que son, en última instancia, cadenas de ceros y unos (esto es, código binario) depende en exclusiva de la capacidad de archivo de datos de los servidores que muestran las páginas, en el caso de Internet, o de los distintos soportes digitales de uso particular (CD-rom, DVD, etc.); una capacidad en todo caso mucho mayor que la que pueden acreditar los medios convencionales, y además mucho más accesible para el usuario: si ya resulta farragoso para un medio de comunicación archivar sus contenidos en un soporte analógico (papel o cinta magnética), lo es mucho más para el usuario proceder a su eventual consulta. Por el contrario, los medios digitales pueden ofrecer fácilmente sus archivos digitalizados para el acceso instantáneo a los mismos por parte del público, trátese de texto, sonido o imágenes, que pueden consultarse, insistimos, en cualquier momento.

Es decir, si los medios convencionales están necesariamente limitados por los parámetros del tiempo y el espacio, dichos límites se difuminan considerablemente en el caso de los contenidos digitales. Pongamos un ejemplo que nos servirá para ilustrar las implicaciones de esta y las siguientes características de la comunicación en red: los trágicos atentados terroristas del 11 de Marzo de 2004 en Madrid. Se trata de un ejemplo adecuado por cuanto, dada la enorme importancia de la noticia, todos los medios convencionales se afanaron en ofrecer una cantidad de información que trascendía considerablemente lo habitual: los diarios ofrecieron una edición especial la misma mañana del 11-M, y la televisión y la radio ajustaron su programación habitual para realizar un seguimiento continuado de la información. Sin embargo, incluso en este caso (es más, podríamos decir que especialmente en este caso, dado el enorme interés suscitado en el público por consumir información relativa a este suceso) se pusieron de manifiesto las limitaciones, de orden espacial y temporal, de estos medios:

- Aunque la prensa realizó una edición especial, dicha edición fue claramente superada por la celeridad de los acontecimientos (sin ir más lejos, en las cifras de víctimas o en la atribución inicial del atentado, por parte de algunos diarios, a la banda terrorista ETA), y lo mismo ocurriría con las ediciones habituales del, viernes, el sábado y el domingo: la prensa impresa era incapaz de seguir el ritmo de la actualidad, y dada la acumulación de informaciones que llegaba a cada momento a las redacciones de los periódicos, tampoco pudo responder satisfactoriamente, en los días inmediatamente posteriores a los atentados, a la labor de reflexión y análisis que caracteriza al medio; entre otras cosas, por la limitación inevitable de espacio de sus publicaciones (por mucho que, obviamente, la atención informativa a este acontecimiento, incluyendo las ediciones especiales, fuera máxima).

- En el caso de la televisión y la radio, que contaban con una enorme ventaja respecto de la prensa, desde el punto de vista de la velocidad en la transmisión de informaciones nuevas continuamente demandadas por la audiencia, la principal limitación derivaba del orden secuencial de la narración, que obligaba al público a estar conectado a cualquiera de estos medios en el momento preciso para adquirir determinada información, o a estarlo continuamente para no perder ningún detalle de los datos que en mayor medida pudieran interesarle. Además, y aunque el espacio dedicado a esta información fue comparativamente mucho mayor en estos medios que en la prensa, el hecho de tener que elegir continuamente entre otorgar relevancia a unos acontecimientos u otros también comportó la necesidad de seleccionar, quizás en exceso pero inevitablemente, la información que se ofrecía en cada momento al público.

Por el contrario, los medios digitales, por su capacidad de almacenamiento de la información, la posibilidad de actualizar continuamente los datos disponibles, de proporcionar la información a los usuarios que la solicitaran desde cualquier parte del mundo y en cualquier momento, pudo ofrecer un menú informativo mucho más completo que cualquiera de los medios anteriores, y de hecho esta mayor capacidad tuvo una incidencia, en términos de visitantes a los principales medios de comunicación digitales, significativamente más acusada que la que caracterizó a prensa, radio y televisión.

En resumen, y siguiendo a Derrick de Kerckhove, “mientras el almacenamiento y la entrega de los contenidos de los media tradicionales absorbe mucho tiempo y energía de las ediciones y las difusoras, el contenido de todo lo digital mediante las comunicaciones en redes es potencialmente asequible en cualquier parte y en cualquier momento. Suprime todas las distancias y se expanden aquellas inherentes a la tecnología de la transmisión”. (1999: 116)

2.3) Carácter multimedia

La comunicación en red posibilita “la integración de todos los mensajes en un modelo cognitivo común” (Castells, 2000: 404) mediante la conjunción de soportes en una misma plataforma. Todos los medios de comunicación se caracterizan por la preponderancia de un mecanismo de expresión en concreto (la palabra escrita en el caso de la inmensa mayoría de publicaciones impresas, el sonido como único referente de la radio y la música, la imagen como fundamento de la televisión y el cine), incluso en los casos en los que se proceda a la combinación de varias vías de expresión (la televisión, el cine, el cómic, las revistas ilustradas, ...). Sin embargo, lo más relevante, a los efectos que nos ocupan aquí, es que ninguno de ellos, hasta la fecha, podía hacer acopio de la inmensa mayoría de formas de formas comunicativas para integrarlas en un mismo soporte como mecanismos de expresión complementarios que dieran lugar, en última instancia, a un nuevo lenguaje: el lenguaje multimedia.

Los medios digitales, por el contrario, gracias a la enorme versatilidad, ya reseñada, del código HTML, así como a la capacidad del soporte digital para integrar y adaptar las más diversas formas comunicativas, están en disposición de ofrecer contenidos multimedia. Los distintos elementos de este incipiente discurso multimedia serían, siguiendo a Díaz Noci (2001: 105-119): a) Texto escrito; b) Sonido; c) Imágenes, tanto fijas como en movimiento, reales como animadas; d) bases de datos consultables por el usuario mediante formularios de búsqueda; e) Programas autoejecutables; y f) elementos interactivos, tales como foros de discusión, chats, encuestas, juegos, ... de los que posteriormente hablaremos.

El discurso multimedia permite el tratamiento de cualquier información a través de distintos formatos, convenientemente combinados en el soporte digital. Si tomamos de nuevo como ejemplo la información relativa a los atentados del 11 de Marzo de 2004 en Madrid, dicha información, que en la prensa tendría un claro sustrato predominantemente escrito (a lo sumo acompañado por algunas fotografías y trabajos de infografía ilustrativos del suceso), en la televisión se apoyaría fundamentalmente en las imágenes (acompañadas de la voz en off del periodista que narra la noticia y de las declaraciones de testigos y representantes políticos), y en la radio dependería exclusivamente del sonido, en el discurso multimedia podría presentarse dicha información reproduciendo cualquiera de las formas anteriores, combinándolas entre sí y añadiendo recursos suplementarios. Así, podríamos incorporar noticias escritas relatando los acontecimientos (la explosición de diversos artefactos explosivos en cuatro trenes de cercanías de Madrid en la mañana del 11-M, las víctimas, las reacciones políticas, ...) e interpretándolos (columnas de opinión, editoriales, etc.), pero también archivos sonoros con declaraciones de los supervivientes, el personal sanitario, los representantes políticos, imágenes de la tragedia (fotografías y fragmentos de vídeo), explicación de los atentados mediante trabajos de infografía, apertura de foros de debate para que el público pudiera opinar al respecto de los atentados, etc.

Hay que decir, en cualquier caso, que lamentablemente y por el momento, las potencialidades de este discurso multimedia no se han explotado de forma significativa. Por limitaciones de índole económica (sufragar la inversión necesaria para ofrecer contenidos multimedia), tecnológica (aunque la velocidad de transmisión de información a través de la red no hace más que incrementarse, aún sigue siendo un proceso lento, sobre todo para usuarios particulares con conexiones lentas, hacerse con informaciones complejas, en particular las animaciones y fragmentos de vídeo), e incluso cultural (el apego de los medios de comunicación digitales a las formas de comunicación, claramente definidas, de los medios convencionales, de los que en muchas ocasiones provienen directamente), la multimedialidad es aún un proceso que en la mayoría de las páginas web, también en los medios de comunicación digitales más significados, sólo se ha comenzado a desarrollar, muy particularmente en las informaciones de mayor importancia e incidencia a lo largo del arco temporal.

Tal vez las dificultades provengan en gran medida de que el multimedia se constituye como un discurso nuevo, basado en reglas distintas a las que definen los medios escritos y audiovisuales; un discurso que es todavía es preciso definir y acotar en un contexto, el digital, en constante evolución. Un discurso, que además, no consiste en la mera acumulación de mecanismos lingüísticos textuales, audiovisuales y específicamente digitales para contar en esencia lo mismo, como en algunas ocasiones se aplica equivocadamente el multimedia, sino de la adecuada combinación de los mismos en un contexto comprensible y manejable para el usuario .

2.4) Hipertextualidad

El usuario de Internet se diferencia del consumidor de otros medios de comunicación en un aspecto fundamental: a diferencia del público de medios de comunicación tradicionales, condenado irremisiblemente a ser mero receptor pasivo de una información previamente definida y con una estructura cerrada, el internauta cuenta con la posibilidad de salirse de este cuadro clausurado para convertir el consumo de información en una experiencia comunicativa abierta, esto es, determinar, en cuanto receptor activo, qué contenidos desea recibir, con qué estructuración, en qué orden, ... Y, en última instancia, puede constituirse incluso como emisor, es decir, puede establecer una bidireccionalidad en la comunicación que de ninguna manera era posible con los medios convencionales.

Si bien es obvio que la selección de información por parte del receptor no es un proceso privativo de los usuarios de Internet, sino una característica fundamental de los medios de comunicación contemporáneos (la cultura del zapping, la selección de lectura de contenidos en prensa, la posibilidad de optar entre las informaciones de multitud de medios de comunicación, en resumen), el proceso de personalización al que puede llegar el usuario en Internet es máximo, puesto que parte de la máxima selección posible (ningún medio ofrece, al mismo tiempo y desde el mismo lugar, el acceso a tal cantidad de información como encontramos en la Red) y, además, cuenta con casi total libertad para ir moviéndose de un espacio a otro en busca de la información que más le interese.

Buena parte de la culpa de que esto sea así la tiene el hipertexto. En consonancia con la estructura esencialmente abierta de Internet, su modelo de comunicación, el hipertexto, permite una estructuración de la información radicalmente nueva, en la que el acceso a la información se realiza por cauces totalmente distintos a los habituales y, por lo general, mucho más libres.

En esencia, la información hipertextual consiste en la interconexión continua de las ideas relacionadas con el tema de la información básica, o fundamental (tema principal que, en todo caso, es determinado tanto por el emisor como por el receptor de la información). Definido por Tim Berners-Lee, el inventor de la WWW, como “una información legible por los seres humanos vinculada entre sí de manera no obligatoria” (2000: 208), el hipertexto intenta ser, en suma, un modelo de comunicación lo más cercano posible a la estructura de la mente humana, que no es una estructura cerrada, con un principio y un final, sino que está basada en la continua relación entre ideas e información a través de estructuras complejas y en apariencia aleatorias.

Este modelo abierto implica una clara diferenciación respecto de los medios tradicionales, donde, en mayor o menor medida, se impone al público una lectura secuencial: los informativos de radio y tv siguen un orden determinado, delimitando con claridad un principio y un final, los libros normalmente presentan un modelo de lectura correcto determinado por un índice, y los periódicos, aun permitiendo cierta discrecionalidad al lector para el consumo de informaciones –mucho mayor, en cualquier caso, que la de los medios anteriormente reseñados-, lo hacen dentro de los estrechos límites que impone el formato papel, donde las secciones, los artículos, y el propio periódico tienen también un inicio y un fin claramente determinados. El objetivo, en todos los casos, es ofrecer al público pasivo de los medios de comunicación de masas un producto finalizado, claramente definido por el proceso productivo del medio, por las limitaciones de su soporte e incluso por las características que se atribuyen al público objetivo. Según el pionero estudio de Armañanzas, Díaz Noci y Meso,

La secuencialidad es una característica que se ha referido más a la producción que a la lectura de un texto. En efecto, el lector no tiene por qué seguir, sin desviarse un ápice, el camino marcado por el productor. Ese ha sido un fallo en el que se ha incurrido sistemáticamente, más aún desde que se impone el concepto de medio de comunicación de masas: un único emisor, y por tanto un único producto, para un único lector, aunque un lector masivo, eso sí. Sin tener en cuenta, claro está, que en esa masa se recortan las individualidades, y que cada persona, si bien tiene gustos e intereses comunes con el resto del 'lector ideal' de los periódicos de masas, sobre todo posee sus propias opiniones, sus propias motivaciones, sus propios intereses. Eso ha hecho que se trate de ofrecer un producto más individualizado, un producto que no indique un solo camino a seguir, sino que proponga una serie de senderos por los que cada lector, en función de todas esas características propias, pueda adentrarse a voluntad. Sobre todo cuando la cantidad de información que se maneja es cada vez mayor, hasta el punto de que se impone que cada cual recupere sólo aquella que realmente le interesa y lo haga siguiendo el camino, o la secuencia, que más le interesa. (1996: 63)

Porque, en efecto, los medios de comunicación en red proporcionan al receptor un poder de decisión sobre la información que desea consumir, y el orden de lectura de los contenidos, muchísimo mayor; no en vano la información que circula por la red bajo la forma hipertextual, como indicaba Berners-Lee, se caracteriza, insistimos, por la forma “no obligatoria” de su estructuración. Esto es, los medios digitales no siguen la secuencialidad propia de los analógicos. Pueden proponer uno o varios “recorridos” o modelos de lectura, pero es potestad del lector adoptar alguno de éstos o configurar el suyo propio. Como en Rayuela, la novela de Julio Cortázar (o mejor dicho, superando ampliamente su estela), aunque los datos son proporcionados por el emisor, el receptor procede a reconfigurarlos a su gusto, generando un modelo de lectura personalizado .

Pero, al mismo tiempo, y como ya habíamos hecho referencia con anterioridad, la propia génesis del hipertexto como modelo de la comunicación abierto lo convierte en susceptible de continuas modificaciones por parte del emisor. Una página web no es un documento cerrado; de hecho, su valor estriba sobre todo en su capacidad de actualizarse, cambiar su fisonomía y la información de que dispone (generalmente, ofreciendo más información) de forma continua. El documento escrito tradicional puede completarse, cambiarse, ofrecer nuevas ediciones y nuevas perspectivas sobre el mismo, pero de ninguna manera puede someterse a un proceso de cambio y reescritura continuo, como ocurre con el hipertexto de Internet. La posibilidad de reelaborar continuamente el texto, de someterlo a un proceso de “escritura permanente”, es coto privado de los documentos digitales, que por ocupar un “espacio virtual” son susceptibles de modificaciones y/o ampliaciones sin que ello suponga merma o daño alguno al modelo de la comunicación .

Esto supone un papel mucho más activo, en la configuración y estructuración de la información, tanto para el emisor como para el receptor. Como indican Díaz Noci y Salaverría, “La memoria del hipertexto (…) es una memoria distribuida, no centralizada ni concentrada y, por tanto, compleja hasta el punto de requerir del profesional que maneje esas técnicas altos grados de especialización. A diferencia de la comunicación de masas, paradigma hasta el momento dominante, la arquitectura distribuida es un proceso difuso y paralelo, en que la construcción del sentido no la otorga solamente el productor, sino también y sobre todo el receptor. El profesional se responsabiliza de la definición de una estructura que incluye múltiples nodos, algunos de ellos externos, y líneas diversas por las que eventualmente el usuario puede elegir transitar, y que hacen de tales arquitecturas reticulares un modo de comunicación de por sí interactivo. Se trata también de un medio muchísimo más contextual que sus predecesores” . (2003b: 34)

Con estas características, las posibilidades de estructuración de la información que posibilita la escritura hipertextual se antojan ingentes. Refiriéndonos a nuestro ejemplo de los atentados del 11-M, los medios de comunicación digitales no sólo podrían ofrecer informaciones en todo tipo de formatos (multimedialidad), en cualquier momento, en cualquier cantidad y para cualquier usuario (ruptura del tiempo y el espacio), sino que podrían hacerlo, además, ofreciendo una estructuración de la información que necesariamente ha de ser completada por el receptor, en función de sus preferencias. La información, estructurada por apartados a través de enlaces, permitiría al usuario optar entre un abanico de opciones presentado por el medio cuyo orden de consulta también decide: así, podría efectuar un recorrido que comenzara en las informaciones principales respecto de los atentados, decantándose únicamente por los trabajos de infografía proporcionados por el medio; continuaría consultando algunas de las biografías de las víctimas puestas a su disposición; pasaría a las últimas informaciones actualizadas respecto de la autoría de los atentados (comunicado de ETA desmintiendo su participación, declaraciones del ministro del Interior, etc.); podría, a continuación, pasar a los vínculos que el servicio de documentación del medio habría incorporado a informaciones anteriores relacionadas con la noticia principal (por ejemplo, la invasión de Irak de 2003, las acciones terroristas de ETA en el pasado, los atentados del 11 de Septiembre de 2001, ...); y, finalmente, tendría la posibilidad de salir del propio medio de comunicación mediante un enlace a una fuente externa donde se proporcionaran más datos relacionados (por ejemplo, la web del Ministerio del Interior).

Es decir, la estructura abierta proporcionada por el hipertexto puede leerse desde una triple perspectiva: a) permite diversos (e idealmente, infinitos) recorridos de lectura para el usuario, de entre los cuales éste selecciona en cada momento el más adecuado según sus preferencias; b) es una estructura constantemente redefinida y actualizada por el medio; y c) es una estructura informativa que trasciende el propio medio fuente, remitiéndonos en última instancia, a través de enlaces externos, al conjunto de la información disponible en Internet.

Por desgracia, y como ya ocurriera en el caso del multimedia, no parece que la mayor parte de los contenidos presentes en Internet estén desarrollando considerablemente las potencialidades del hipertexto. En muchos casos, los textos insertados en Internet, particularmente los de perfil más institucional, se limitan a reproducir en la Red la estructura lineal de los textos escritos tradicionales, a lo sumo dividiéndolos en páginas web que seguirían la estructura del índice de un libro. Las supuestas posibilidades del hipertexto acaban tropezando con los modelos de estructuración de la información tradicionales, en apariencia más adecuados para la comprensión humana .

En realidad, se trataría de un triple rechazo a las características de la estructuración abierta de la información que posibilitaría el hipertexto: a) rechazo del público a una diversidad de opciones infinita y caótica que le obligaría a jugar un papel activo, en particular, para seleccionar la información deseada; b) rechazo del medio al abandono de las rutinas productivas propias de los medios convencionales, por razones derivadas del esfuerzo temporal requerido para ofrecer una amplia diversidad de opciones estructuradas mediante el hipertexto y continuamente actualizadas, así como de la inversión económica necesaria ; y c) rechazo del medio, por último, a enlazar fuentes externas que impliquen la “pérdida” del lector, y por lo tanto, de audiencia, especialmente si es para llevarlo a consultar la información elaborada por la competencia directa . No en vano “cada vez que el lector descubre un nodo hipertextual recibe una invitación a abandonar la lectura secuencial de una historia, que en la mayoría de las ocasiones suele ser la más lógica y comprensiva. Tampoco debemos obviar los riesgos de abandono que un medio digital corre cuando ofrece la posibilidad de navegar a una dirección ajena” (Álvarez, 2003: 248).

Pese a estas objeciones, es indudable que el hipertexto ha experimentado ya un desarrollo considerable (al igual que lo ha hecho, quizás en menor medida, el multimedia) en Internet. Conforme el medio digital crece en audiencia y aumenta su peso específico, conforme los usuarios del mismo van acostumbrándose a la búsqueda de información personalizada y a las reglas de estructuración de la información propias del hipertexto, inevitablemente, los proveedores de contenidos de todo tipo intentan adaptarse paulatinamente a sus gustos. Y si bien no puede decirse que el hipertexto, como modelo de comunicación, haya adquirido ya un estatuto independiente por completo de las formas de narración secuenciales, sí que está desarrollando crecientes parcelas de autonomía: los medios digitales, o al menos los medios digitales que busquen una presencia importante en el contexto digital, no pueden limitarse a la mera reproducción de contenidos y/o estructuras dimanadas de los medios tradicionales, puesto que el público, paulatinamente, exige unos contenidos propios del medio digital y afines en su disposición a la estructura hipertextual que los ordena.

2.5) Interactividad

Podríamos definir la interactividad como la capacidad del receptor para tomar decisiones y regular el flujo de la información. Dicha capacidad dependerá poderosamente de la estructuración de la información proporcionada por el medio, con lo que, como hemos puesto de manifiesto anteriormente, en el contexto de los medios digitales edificados mediante una arquitectura hipertextual, la interactividad alcanzará un desarrollo muy considerable, desde diversas perspectivas: a) interactividad con el emisor; b) interactividad con la información; y c) interactividad con otros usuarios.

- Interactividad con el emisor: Quizás resulte el apartado en el que las similitudes con los medios de comunicación de masas tradicionales resulten más evidentes: al igual que ocurre en aquéllos, los medios digitales ponen a disposición del público una serie de instrumentos interactivos conceptuados para comunicarse con los receptores. La diferencia, que juega a favor nuevamente de la comunicación en red, es que las herramientas interactivas emisor – receptor resultan mucho más eficaces y sencillas de utilizar. Medios como la televisión, la radio o la prensa suelen circunscribir el espacio público de interactividad con los lectores a secciones muy específicas, por lo general poco importantes en la estructuración general del medio, como es el caso de las cartas al director o las llamadas de los lectores.

En los medios digitales, este tipo de espacios suelen proliferar en mayor medida, haciendo uso de herramientas interactivas tales como los foros de debate, los libros de visitas o los chats, en los que el público puede dialogar con personajes públicos invitados por el medio o, directamente, con los trabajadores del mismo. La interactividad en el plano privado (esto es, el contacto directo de un usuario con el medio) también adquiere un desarrollo mayor en los medios digitales, aunque sólo sea por la mayor celeridad y facilidad de uso de la herramienta más común en estos casos (el correo electrónico) respecto de sus equivalentes “convencionales” (teléfono, fax o dirección postal, estos dos últimos cada vez menos utilizados por mor, precisamente, del correo electrónico). En ambos casos (espacio público o privado), la interactividad adquirirá normalmente un desarrollo mayor en los medios más pequeños, donde la relación emisor – receptor es normalmente más intensa (el ejemplo paradigmático serían, sin duda, los weblogs o cuadernos de bitácora, a través del correo electrónico del emisor o emisores y a través, sobre todo, del sistema de comentarios que muchos incluyen).

- Interactividad con la información: a su vez, se define en función de tres características, ya apuntadas anteriormente: a) la navegación a través de un abanico de opciones proporcionado por el emisor pero otorgando al receptor una amplia discrecionalidad para seleccionar la información que consume y el orden de la misma; b) el establecimiento, por parte del receptor, de filtros y preferencias que regulen la información que recibe con objeto de configurarse un menú informativo “a la carta”; esto es, con el añadido de las diversas opciones que, en cualquier caso, ofrecerá la estructuración de la información bajo la forma de hipertexto, el receptor tiene la posibilidad, en un número cada vez mayor de medios digitales, de establecer unas preferencias claras que le permiten recibir en el correo electrónico aquellos contenidos, secciones y artículos que haya previamente seleccionado o, más directamente, configurar un web totalmente personalizado cuyo máximo exponente sería el llamado “Daily Me” (Literalmente, “Diario Yo”, o “periódico personal”), que intenta desarrollar el Massachussets Institute of Technology (Negroponte, 2000); y c) el usuario como emisor de información: las extraordinarias facilidades que permite la Red para la publicación de contenidos, sobre todo si establecemos una comparativa con los medios analógicos (difícilmente un particular puede conseguir la licencia para emitir información a través de una emisora de radio o un canal de televisión, y las dificultades de orden práctico –inversión económica, edición, distribución- también afectan al desarrollo de publicaciones impresas), posibilitan que el usuario se constituya en emisor de contenidos, abriendo una página personal en un servidor gratuito, creando un cuaderno de bitácora o comprando un dominio o dirección principal de Internet y contratando espacio web en un servidor por un precio bastante asequible (aunque, en función de los servicios proporcionados –valga la redundancia- por el servidor, el precio puede oscilar bastante, habitualmente se sitúa en torno a los 30-40 euros al mes).

La interactividad con la información, de nuevo, no es en absoluto privativa de la comunicación en red, pero también es aquí donde experimenta su máximo desarrollo . La personalización de la información o “información a la carta” sólo se está llevando a cabo en buena medida con las plataformas digitales de televisión (por cable o satélite), que permiten recibir un menú personalizado a partir de un amplio abanico de canales temáticos; pero incluso en este caso la interactividad es producto de la revolución digital. Al igual que ocurre con las demás características de la comunicación en red reseñadas, la información “a la carta” en los medios digitales es aún un proceso incipiente del que se espera un grado de desarrollo mucho más alto en el futuro (Martín Bernal, 2004), especialmente merced al desarrollo del lenguaje XML, que posiblemente sustituya o se combine paulatinamente con el código HTML hoy imperante.

En cuanto a la publicación de contenidos en Internet, no hacen más que aumentar con el tiempo, gracias, en un primer momento, a la relativa sencillez del código HTML, la aparición posterior de los programas WYSIWYG (What You See Is What You Get, esto es, “Lo que ves es lo que tienes”), editores de páginas web que traducen el HTML al lenguaje natural y, finalmente, los programas de gestión de contenidos que, fundamentados en una base de datos, permiten separar totalmente la edición, diseño y publicación de contenidos (gestionados directamente por el programa) de la creación de contenidos en sí; programas de gestión que han posibilitado, sin ir más lejos, el desarrollo de los weblogs.

- Interactividad con otros usuarios: Pero donde la interactividad alcanza su máximo desarrollo, y diferencia definitivamente en este ámbito a la comunicación en red de la comunicación de masas, es en la creación y desarrollo de diversas herramientas específicas pensadas para establecer algún tipo de diálogo entre los usuarios de Internet, a veces asociadas a un medio de comunicación más amplio y a veces autónomas, que contribuyen a potenciar y a redefinir poderosamente el ámbito de la comunicación interpersonal. Dado que en el capítulo 4 tendremos ocasión de revisar todas estas formas de interactividad entre usuarios, nos limitaremos aquí a mencionarlas. Serían las siguientes: a) chats, tanto públicos como privados; b) foros de debate, grupos de noticias y tablones de anuncios; c) juegos en red; d) formularios; e) encuestas; f) correo electrónico; y g) Programas de transferencia de archivos entre usuarios (P2P). A estos cabría unir otras formas de interactividad en principio ajenas a la red Internet pero que también son producto de las tecnologías digitales, como podría ser el caso de las proporcionadas por los teléfonos móviles (como, por ejemplo, los mensajes de texto SMS).

De nuevo, y como ya hiciéramos en los subapartados precedentes, el ejemplo de la información sobre los atentados del 11-M nos permitirá esclarecer en qué medida el público puede participar de estas formas de interactividad; además de las derivadas de la estructura hipertextual del medio (la selección de la información entre un amplio abanico de opciones y la posibilidad de personalizar la información, por ejemplo, escogiendo recibir datos únicamente sobre las víctimas, o la autoría de los atentados, y eludiendo cualquier otro aspecto derivado de la noticia principal), el usuario dispondría de la posibilidad de emitir directamente contenidos desde su página web personal, e incluso abrir una al efecto (con objeto de elaborar análisis propios, ofrecer una selección de enlaces a las informaciones a su juicio más relevantes, etc.); podría contactar con el medio de comunicación a través del correo electrónico, o dialogar directamente con representantes del mismo mediante el chat; y podría, por último, participar junto a otros usuarios en una variada amalgama de herramientas interactivas puestas a su disposición por el medio, como podría ser un foro de debate o un chat sobre las consecuencias políticas de los atentados, o una encuesta en la que el medio solicita la opinión de los usuarios al respecto de la autoría de los actos terroristas. Evidentemente, el desarrollo que alcanza aquí la interactividad en todas sus formas no guarda parangón con los medios convencionales, donde la participación activa del público, por diversos impedimentos derivados de las características del medio y de su modelo jerárquico de gestión de la información, resulta mucho más limitada.

 

2.6) De la audiencia al usuario

Todas estas características (ruptura de las coordenadas espaciotemporales, carácter multimedia, hipertextualidad, e interactividad), en ocasiones (en función del desarrollo del soporte digital, y cada vez en mayor medida en función del desarrollo que experimenten en cada medio de comunicación en concreto) aún incipientes, proporcionan un contexto para el desarrollo de un modelo de comunicación, la comunicación en red, que como hemos podido comprobar abre unas expectativas singularmente diferenciadas de aquéllas que concernían a los medios de comunicación masivos tradicionales. Obsérvese, en resumen, la siguiente comparativa entre medios online y prensa escrita:

Medios online

Medios impresos

Interacción

Reflexión

Inmediatez

Análisis

Personalización

Estandarización

Deslocalización

Localización

Baja capacidad de fidelización

Alta capacidad de fidelización

Sin límites de espacio

Límites físicos

Servicios multimedia

Soporte papel

Tabla 2. Características de los medios online frente a los tradicionales. Fuente: Cerezo y Zafra, 2003: 7)

Se estaría sustituyendo los “medios de difusión” por los “medios de interacción” (De Laubier, 2000: 31). El emisor, el receptor, y los contenidos adquieren un estatuto y reciben un tratamiento claramente diferenciado, y el lenguaje hipertextual, multimedia e interactivo que generan causará a buen seguro, está causando ya, cambios sustanciales en el paradigma de la comunicación social, aún por determinar totalmente pero a los que, en cualquier caso, ni el proveedor de contenidos ni el usuario de Internet y las formas de comunicación en red asociadas pueden ser ajenos.

 

O también podríamos referirnos a los paradigmas de la e-comunicación perfectamente designados por José Luis Orihuela (2002): Interactividad, Personalización, Multimedialidad, Hipertextualidad, Actualización, Abundancia, y Mediación.

Por eso Negroponte, claramente entusiasmado con las posibilidades de la revolución digital y rayano en el misticismo, no duda en afirmar que “El movimiento masivo de música grabada en forma de piezas de plástico, al igual que el lento manejo de gran parte de la información en forma de libros, revistas, periódicos y videocasetes, está a punto de transformarse en una instantánea y económica transmisión de información electrónica que se mueve a la velocidad de la luz”. (2000: 21)

Como indican García y Pou: “El abuso de los formatos integrados en la misma noticia puede tener un efecto perverso al señalar demasiados puntos de interés para el lector y modos distintos de narrar la misma historia (…) La narración duplicada se produce cuando el texto y la imagen o el infográfico repiten los mismos contenidos sin añadir elementos informativos nuevos, de forma que el lector encuentra una reiteración, no un complemento informativo”. (2003: 73)

El subrayado es mío

También podemos remitirnos a la comparativa entre el libro impreso y el digital que hace Negroponte: “En un libro impreso, las frases, párrafos, páginas y capítulos se suceden en un orden determinado no sólo por el autor sino también por la estructura física y secuencial del propio libro. Aunque se puede acceder a un libro de forma aleatoria y nuestros ojos pueden hojearlo al azar, éste permanece siempre en los límites de las tres dimensiones físicas. Sin embargo, esto no es así en el mundo digital. El espacio que ocupa la información no se limita a las tres dimensiones. Una idea o sucesión de pensamientos pueden comprender una red multidimensional de pistas dispuestas para nuevas elaboraciones o argumentos que pueden ser invocados o ignorados. La estructura del texto se debe imaginar como un modelo molecular complejo. Se pueden reordenar los fragmentos de información, expandir las frases, y definir las palabras sobre la marcha”. (2000: 114)

Como indica Geoffrey Nunberg, “Los documentos electrónicos como los que se encuentran en Internet parecen no sólo preservar el atractivo de la información sino reforzarlo. Son muy modulares, susceptibles de extracción y reorganización, y más fáciles de desalojar y descontextualizar que los documentos escritos, características que apoyan el sentido de corpuscularidad y transferabilidad. Pueden ser reformateados y reformulados, se puede cambiar la presentación visual o convertir una tabla en un gráfico de barras, lo que apoya la definición de su contenido como un tipo de sustancia abstracta fungible. Y la facilidad con que podemos trasladarnos de un documento a otro nos lleva a la concepción de contenido como un tipo de sustancia extendida, concepto que subyace a las metáforas de ‘infoespacio’ y demás”. (1998: 131)

O, como señala John Seely Brown (apud Bowman y Willis, 2003: 9), podríamos decir que el público de Internet se convierte no en consumidor, sino en “prosumidor” de información, esto es, un híbrido de consumidor y productor de contenidos. 

Indica al respecto Martin E. Rosenberg lo siguiente: “Al desmitificar los teóricos del hipertexto, será útil, al menos desde un punto de vista histórico, ubicar sus reivindicaciones en términos de una ‘tradición’ vanguardista. Estos teóricos afirman que los sistemas de hipertexto sirven de vehículos para propósitos artísticos y pedagógicos de vanguardia; afirman que el hipertexto puede ‘liberar’ a sus usuarios. Los entusiastas del hipertexto lo interpretan como algo que proporciona a sus consumidores unas experiencias artísticas y educativas radicalmente diferentes y gratificadoras: novela y poesía en las artes y recuperación de información y sistemas de generación de textos en el aula (...) Quisiera responder con escepticismo a la manera en que los que proponen sistemas hipertextuales dependen de tropos físicos y matemáticos para describir cómo el hipertexto puede resistir a las limitaciones de las pautas que suelen regir el consumo de formas más pedestres de arte y de educación, y liberarse de ellas”. (1997: 307)

Como señala Obdulio Martín Bernal (2004), “los grandes conglomerados mantienen encastilladas las versiones on line de sus medios, sin ensayar hasta ahora fórmulas de agregación de los recursos de información y contenidos multimedia de que disponen, lo que les permitiría ofrecer una plataforma mucho más potente, configuraciones mediáticas combinadas o nuevos productos informativos” (2004).Pero, complementariamente a lo anterior, tampoco puede decirse que los medios exclusivamente digitales se separen de esta pauta de actuación, propia de una comunicación de masas que ha, necesariamente, de redefinirse, y si se da el caso pueden fenecer por problemas de tipo económico:  “Por lo que respecta a los proyectos surgidos al margen de los medios impresos, o manifiestan un seguidismo un tanto suicida de los modelos empresariales y periodísticos tradicionales, pero sin el potencial informativo de aquéllos, o, cuando ha intentado diseñar estrategias innovadoras, como fue el caso en España de Mi Canoa, han terminado asfixiados por las dificultades de financiación, atribuibles no sólo a la inmadurez e inseguridad de este nuevo mercado, sino también a las rutinas del mundo publicitario”. (2004)

Sin embargo, esto no significa, naturalmente, que los cibermedios no hayan experimentado una importante evolución en la aplicación de las características de la comunicación en red. Véase al respecto el excelente estudio comparativo de Salaverría (2004b), aplicado a las situaciones de crisis (“Los cibermedios ante las catástrofes: del 11S al 11M”. Disponible en http://www.unav.es/dpp/tecnologia/docs/salaverria_cicom2004.pdf).

Siguiendo a María José Cantalapiedra: “Si en cualquier proceso comunicativo el oyente sale al paso de la transmisión y se convierte, a su vez, en parcial co-emisor y en receptor, en la comunicación que se realiza a través del lenguaje hipertextual esta superposición de papeles se produce muy especialmente, primero porque el usuario debe decidir el recorrido que seguirá, si pinchará o no en los enlaces y en cuántos y cuáles; segundo porque, en ocasiones, podrá añadir anotaciones (sonido, imagen y/o texto) y también enlaces”. (2004)

Fuente del documento: http://www.uv.es/=guilopez/docencia/internet/08/tema2.doc

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