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GUERRA DE REFORMA
Antecedentes
La promulgación de la Constitución de 1857 agudizó los conflictos políticos en el país al provocar una reacción más fuerte de parte de los conservadores, que exigían la total desaparición del nuevo código legal, y aumentó el desconcierto entre los miembros del grupo liberal, divididos en tres facciones:
a) los puros, que defendían a toda costa la vigencia de las nuevas leves;
b) los moderados, quienes temerosos de que la reacción de los conservadores extendiera la violencia por toda la República, deseaban suprimir la Constitución, y
c) un tercer sector mediador, que buscaba una solución por la vía legal y proponía modificar la Constitución para eliminar aquellos artículos perjudiciales a los intereses del grupo conservador.
El presidente Comonfort, de acuerdo con su tendencia moderada, llegó a convencerse de que era imposible gobernar con una Constitución que le parecía demasiado radical; presionado además por la poderosa influencia que el clero todavía tenía sobre el pueblo, creyó que el único camino para evitar la guerra era la total supresión de las leyes reformistas.
En diciembre de 1857, los conservadores de la ciudad de México, encabezados por el general Félix Zuloaga, y de acuerdo con el presidente Comonfort, proclamaron el Plan de Tacubaya, que rechazaba la Constitución de 1857, para elaborar otra "conforme con la voluntad nacional y que garantizara los verdaderos intereses del pueblo".
Al proclamarse el plan de Zuloaga, y al conocerse abiertamente la defección del presidente, algunos ministros protestaron contra la traición de éste y renunciaron. Benito Juárez fue hecho prisionero junto con el presidente del Congreso y tres diputados, acción que fue condenada por la mayoría de los diputados y de los gobernadores de los estados.
La situación se hizo más tensa y Comonfort reconoció que en vez de pacificar al país había provocado un conflicto mayor.
Los liberales le reprochaban su conducta y los conservadores desconfiaban de él, de manera que decidió dar marcha atrás y ponerse nuevamente del lado liberal.
El 11 de enero de 1858, Félix Zuloaga se pronunció en contra de Comonfort y pidió su destitución como jefe del movimiento, mientras éste liberaba en Palacio Nacional a Juárez y a los diputados que había mandado apresar días antes.
En seguida, Comonfort renunció a la presidencia para entregarla a la persona que la Constitución designaba como sustituto, es decir, a Juárez, presidente de la Suprema Corte, cargo que equivalía al de vicepresidente.
Juárez salió inmediatamente hacia Guanajuato; allí estableció su gobierno, formó su gabinete y publicó un manifiesto anunciando el restablecimiento del gobierno constitucional de la República.
En la ciudad de México, Félix Zuloaga tomó posesión del Palacio Nacional y fue reconocido como presidente por el grupo conservador.
De esta manera, la República tenía dos gobiernos: uno conservador en la capital, con Zuloaga como presidente, y otro liberal en provincia, con Juárez al frente del ejecutivo.
La guerra civil era inevitable para decidir cuál de los dos gobiernos habría de regir a la Nación.
Guerra civil o "de los tres años"
La Guerra de Reforma tuvo una duración tres años, y durante este lapso coexistieron los dos gobiernos en un México dividido en sendas facciones, cada una de las cuales defendía su ideología e imponía a sus seguidores las leyes correspondientes a ella, así como las exigencias propias de un estado de guerra.
El gobierno conservador derogó las leyes reformistas y comenzó a restablecer la estructura política de la época de Santa Anna, además de proponer una nueva Constitución.
Contaba con el reconocimiento de los ministros extranjeros, así como con el apoyo de la Iglesia y el Ejército.
Se estableció en la Ciudad de México y estaban de su parte los estados de México, Puebla, San Luis Potosí, Chihuahua, Durango, Tabasco, Tlaxcala, Chiapas, Sonora, Sinaloa, Oaxaca y Yucatán.
Para costear los gastos de la guerra, el clero puso a disposición del Ejército parte de su riqueza y ayudó, además, con la amenaza de excomunión a quienes siguieran a los liberales, amenaza que para un pueblo católico como el mexicano constituía una fuerte presión en contra del liberalismo.
El gobierno de Juárez, en cambio, tuvo que improvisar un ejército con personas que en su mayoría eran de procedencia civil, aunque también hubo algunos notables defensores del liberalismo que eran militares de profesión.
Se apoyó en la aplicación de la Constitución.
Los estados de la República que estaban de parte de Juárez eran Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Michoacán, Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, Colima y Veracruz, tres de los cuales albergarían al gobierno liberal mientras se decidía el fin de la Guerra de Reforma.
Juárez tuvo que trasladar su gobierno de Guanajuato a Guadalajara, porque las fuerzas militares de Zuloaga habían derrotado a las tropas liberales en El Bajío.
En Guadalajara estuvo a punto de ser fusilado por una guarnición de su propio ejército que se adhirió al conservadurismo, pero la entereza que caracterizó a Juárez y a sus seguidores logró impresionar a los soldados, indecisos entre seguir sus convicciones políticas o sus creencias religiosas.
De Guadalajara, el gobierno liberal se trasladó a Colima, y de ahí Juárez envió un mensaje a los estados aliados donde les informaba que la residencia del gobierno se trasladaría a un lugar que estuviera mejor comunicado.
En Manzanillo, Juárez y su gabinete se embarcaron hacia Panamá, desde donde se dirigieron a Veracruz pasando por La Habana y por Nueva Orleáns, en los Estados Unidos.
Durante el primer año de la Guerra de Reforma, las victorias correspondieron en su mayoría al bando conservador, dirigido por los generales Miguel Miramón y Leonardo Márquez.
Sin embargo, esas victorias no llevaron al ejército conservador a un triunfo total porque los constitucionalistas, a pesar de su desventaja, se mantenían unidos por los objetivos comunes de derrotar al enemigo y defender la Constitución.
Tanto los militares (entre los que destacaron Santos Degollado, Jesús González Ortega, Ignacio Zaragoza y Juan Zuazua) como Juárez y los ministros de su gobierno en Veracruz se apoyaron mutuamente, aun cuando hubiera entre ellos algunas desavenencias.
En cambio, entre los conservadores se dio un conflicto de cierta trascendencia.
El general Miguel Echegaray, colaborador de Zuloaga, se pronunció en su contra y, secundado por la brigada militar que dirigía, proclamó el Plan de Navidad, en el que se pedía la renuncia de Zuloaga y también la de Juárez.
La pretensión de los militares sublevados era buscar una fórmula de conciliación entre los partidos contendientes, constituyendo un tercer partido que reconciliara a los otros dos.
Los rebeldes se apoderaron de la capital a fines de diciembre de 1858; derrocaron a Zuloaga y una junta de notables nombró presidente a Miramón, aunque no se logró la conciliación propuesta.
El nuevo gobernante conservador decidió actuar con rapidez para derrotar al grupo liberal, y atacó directamente a Veracruz, donde se encontraba el gobierno de Juárez.
No obstante, Miramón no pudo cumplir tal propósito porque los liberales impidieron su llegada a Veracruz, destruyendo las rancherías donde pudiera abastecerse de víveres. Además, el clima y las enfermedades tropicales obligaron a los conservadores a regresar a la capital cuando ésta ya era amenazada por las tropas del general Degollado.
Una vez fracasado el intento de Miramón de sitiar Veracruz, Juárez, que decidió consolidar la Reforma liberal, el 12 de julio promulgó las Leyes de Reforma.
Las Leyes de Reforma
Entre las desventajas que el gobierno liberal tuvo durante la Guerra de Reforma quizá la más grave fue la falta de recursos económicos.
Para solucionar los apremiantes problemas financieros, propusieron dos opciones:
1) buscar el reconocimiento del gobierno estadounidense, y
2) confiscar los bienes eclesiásticos.
Se recurrió a la primera por considerar que podría proporcionar soluciones inmediatas; sin embargo, el gobierno estadounidense -que primero había otorgado su reconocimiento al gobierno conservador, retirándolo luego por considerarlo inestable- puso como condición para otorgar el reconocimiento al gobierno de Juárez la firma de un nuevo tratado de límites, cuyas especificaciones dañaban la integridad y soberanía de México.
James Buchanan, el presidente de los Estados Unidos, pretendía:
1) que México cediera a su país la península de Baja California;
2) gozar de derechos de tránsito por el Istmo de Tehuantepec;
3) obtener permiso para construir un ferrocarril desde la frontera, en Texas, hasta algún puerto en el golfo de California;
4) el libre comercio por esas vías y la protección de las personas que las utilizaran.
Semejantes condiciones obligaron a Juárez a recurrir a la otra opción: la confiscación de los bienes del clero, que ofrecería como garantía del pago de los empréstitos que el gobierno liberal solicitaba a los Estados Unidos.
Esta medida, aunque drástica, podría agravar las tensiones con los conservadores, pero no comprometía la soberanía nacional.
Sin embargo, los estadounidenses querían aprovechar la coyuntura que las necesidades apremiantes del gobierno de Juárez ofrecían y decidieron ganar tiempo.
El 1° de abril de 1859, justamente cuando Miramón levantaba sin éxito el sitio a Veracruz, llegaba a ese mismo lugar el diplomático estadounidense Robert MacLane, comisionado por su gobierno para otorgar a Juárez el reconocimiento, sujeto al compromiso de firmar el tratado.'
Al enterarse del reconocimiento, los conservadores aprovecharon para inclinar a la opinión pública en contra de los liberales; denunciaron las condiciones que el reconocimiento entrañaba y protestaron de antemano por cualquier compromiso de Juárez que pusiera en peligro el territorio nacional.
Esta denuncia provocó una violenta controversia que retrasó las negociaciones estadounidenses y, en el mes de julio de 1859, Juárez optó por la promulgación de las Leyes de Reforma.
El 12 de julio se dio a conocer el manifiesto y se expidieron: la Ley sobre Nacionalización de los bienes del clero y separación de la Iglesia y del Estado;
El 23 de julio la del matrimonio civil; el 31, la de secularización de cementerios;
El 11 de agosto, la que fija el calendario de fiestas laicas, y
El 4 de diciembre de 1860, la de libertad de cultos.
Estas leyes, que afectaban al clero en mayor medida que la Constitución de 1857, respondían a propósitos claramente definidos por el liberalismo y practicados ya en algunos países europeos.
En México tampoco era una novedad el contenido de las Leyes de Reforma; se había intentado decretarlo en ocasiones anteriores, e incluso los mismos conservadores, durante la lucha civil contra la Reforma, habían contemplado la posibilidad de confiscar los bienes del clero para solucionar la escasez de recursos económicos.
Para los liberales, los decretos reformistas respondían en aquel momento a una necesidad apremiante, pues el objetivo inmediato era ofrecer a los prestamistas estadounidenses la garantía de la riqueza eclesiástica y evitar así la firma del tratado de límites.
Sin embargo, Robert MacLane advirtió a su gobierno que si se concedía el préstamo a los liberales, era poco probable que él pudiera conseguir la cesión de Baja California que se le había encomendado.
El préstamo fue denegado, lo que obligó al gobierno liberal a reanudar las negociaciones con MacLane, quien reforzó las condiciones del reconocimiento con la amenaza de una intervención militar en caso de que tales condiciones no fueran aceptadas.
La amenaza de intervención provenía no sólo de Estados Unidos.
Las potencias europeas, ávidas de las riquezas naturales "desperdiciadas por el perpetuo estado de guerra civil en que se encontraba" el país, y deseosas además de utilizar su vecindad con los Estados Unidos, cuyo desarrollo ponía en peligro la hegemonía europea, llevaba a aquellos países a planear una intervención armada que pusiera fin (ése era el pretexto) a las continuas guerras civiles mexicanas.
TRATADO MON-ALMONTE
En septiembre de 1859, Almonte firmó con Alejandro Mon, ministro de España, un convenio mediante el cual el gobierno conservador pagaría las deudas atrasadas, resarciría los daños causados a los españoles agredidos y asesinados; a cambio, el gobierno español reconocería a los conservadores.
Por su parte Juárez, carente de recursos, buscó el l apoyo de Estados Unidos de América y firmó un peligroso tratado.
TRATADO MCLANE-OCAMPO
Melchor Ocampo, en diciembre de 1859, firmó con McLane un tratado en el que México concedía a Estados Unidos de América el derecho de tránsito, a perpetuidad de sus tropas por el istmo de Tehuantepec y el Golfo de California, a cambio de que aquel gobierno brindara su ayuda al gobierno liberal.
A pesar de las ventajas, el Senado de Estados Unidos de América no lo aprobó y quedó sin efecto.
FINAL DEL, CONFLICTO Y LA VICTORIA LIBERAL
Miguel Miramón adquirió en Cuba unos navíos de guerra, y a principios de marzo de 1860 atacó al puerto de Veracruz, donde Juárez había instalado su gobierno.
A petición de Juárez, navíos estadounidenses atacaron a los buques de Miramón y se apoderaron de ellos, luego Miramón bombardeó por tierra el puerto, en su afán de acabar con el gobierno de Juárez, pero fracasó.
Los conservadores carentes de recursos saquearon la caja de caudales de la misión inglesa, y adquirieron un crédito onerosos con el banquero Jecker por 1 600 000 pesos, el exigiría después al gobierno mexicano 57 millones de pesos.
El 1 de diciembre de 1860 Zaragoza derrota a Márquez en Zapotlanejo y González Ortega ocupa Guadalajara.
Juárez, desde el puerto de Veracruz, el 4 de diciembre de 1860 decretó la ley de libertad religiosa, golpe a la Iglesia que acabó así con la intolerancia religiosa.
El 22 de diciembre de 1860 Miguel Miramón fue de derrotado en San Miguel Calpulalpan por Jesús González 0rtega, y con esta victoria finalizó la guerra de Reforma.
El 1 de enero de 1861 el ejército liberal entró a la Ciudad de México, y el día 17 del mismo mes Juárez regresó la capital del país,
CONCLUSIONES
Antes de continuar con el siguiente tema es necesario resaltar algunos aspectos referentes a la guerra de Reforma.
Se había derrotado a un enemigo poderoso, pero esta victoria liberal no fue definitiva, porque una intromisión se preparaba en Francia, con la complicidad inicial de España e Inglaterra, que querían aprovechar cualquier circunstancia para obtener ventajas en México.
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