Gramática española

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Gramática española

 

¿Qué es una gramática?

La gramática es, en principio, la descripción de una lengua. Podría pensar­se que para ello al gramático sólo le compete identificar las unidades, clasifi­carlas y dar cuenta de su combinatoria. Sin embargo, incluso la más simple de tales tareas supone una concepción acerca del funcionamiento del lenguaje –una teoría del lenguaje– que sustentará los criterios de análisis, la relación entre los componentes de la descripción lingüística, el carácter más o menos abstracto de las representaciones que proponga, el alcance universal o parti­cular de las reglas que postule.
Precisamente la gramática es una construcción teórica diseñada para des­cribir y explicar el funcionamiento del sistema lingüístico. Como tal, debe definir con precisión sus unidades de análisis, los criterios y la metodología que va a emplear dentro de un marco conceptual coherente y, explícito. Este mar­co incluye un modelo sobre qué es el lenguaje humano, cómo se adquiere y de qué modo es usado por los hablantes de una cierta comunidad. Supone es­tablecer también principios generales de organización de las unidades, a los que se atienen todas las lenguas, y las características específicas de una len­gua particular.
En un sentido estrecho, la gramática sólo estudia las unidades significati­vas y su combinatoria. Comprende dos partes: la morfología y la sintaxis. La [16] primera se ocupa de la estructura interna de las palabras. Su unidad de análisis es el morfema, la unidad significativa mínima. Una palabra como libro no es segmentable en partes que preserven la dualidad entre sonido y significa­do: es una palabra simple. En cambio, libro-s, libr-ero, libr-ito contienen ca­da una dos formantes. La morfología detiene su análisis al llegar a la palabra. La sintaxis, a su vez, estudia la combinatoria de las palabras en el marco de la oración, su unidad máxima. Entre el morfema y la oración, unidades mínima y máxima, respectivamente, del análisis gramatical, se ubican la palabra, unidad compartida por ambas partes, y las unidades intermedias, los sintagmas, construcciones como el libro, mi viejo libro de gramática, muy intere­sante, lejos de la ciudad, leer detenidamente. La gramática tradicional centró su estudio en la palabra y su clasificación ("las partes de la oración"), por lo que estuvo más cerca de la morfología que de la sintaxis propiamente dicha. En cambio, en la gramática moderna, fundamentalmente, desde mediados de este siglo, la oración se convierte en latinidad básica cuyos formantes son las unidades intermedias.
La noción clave para la labor del gramático es la gramaticalidad: ésta permite deslindar construcciones (morfológicas y sintácticas) bien formadas de secuencias anómalas (que se representan precedidas por asteriscos: *). La labor del gramático se centrará, pues, en la identificación de los factores que intervienen para tal deslinde: no se trata de normas de orden prescriptivo (pro­pias de la gramática normativa) sino de las reglas constitutivas del sistema, que no se descubren directamente sino mediante las operaciones de manipu­lación. Así, el gramático marcará con asterisco (l a) porque contraviene una regla del sistema –la presencia de a con los objetos directos personales– pero no (l b): aunque la forma haiga sea condenada por los puristas, porque no per­tenece al español estándar, es usada por hablantes de algunos dialectos, y sociolectos del español:

 

(l)        a. *El profesor amonestó el alumno.
b. Ojalá haiga mucha gente en el acto.

 

Los datos del gramático

La gramática es una ciencia empírica porque trabaja con datos de diversa índole:
1. Las emisiones de los hablantes. Algunos lingüistas se atienen a la labor de analizar un corpus amplio de enunciados recogidos en textos escritos [17] o en conversaciones. Sin embargo, la descripción de un corpus nun­ca equivale a la descripción de una lengua. El corpus sólo tiene el valor de una muestra de la lengua, por más amplio y representativo que sea. Si bien el análisis del corpus puede conducir a interesantes generalizaciones estadísticas y a aportar datos útiles para documentar variantes dialectales, sociolectales y estilísticas, difícilmente permita encontrar datos significativos sobre los límites de la gramaticalidad de una construcción. Otra limitación consiste en que el corpus a menudo contiene expresiones agramaticales debidas a múltiples factores, sobre todo en la lengua hablada (distracciones, descuidos, estructuras incompletas). ¿Cómo procederá el gramático a ex­purgarlo de tales secuencias si no cuenta con una idea previa de lo que es gramatical?
2. Los juicios de los hablantes sobre las construcciones. Se ha definido irónicamente la gramática como una ciencia que se puede llevar a cabo senta­do cómodamente en un sillón. Se alude así al carácter especulativo de la gra­mática actual: en buena medida, el gramático se basa en sus propias intuicio­nes, practicando una constante labor de introspección, sobre todo para esta­blecer pares de expresiones, una gramatical y otra agramatical. Estas últimas constituyen los datos negativos: las secuencias precedidas por asterisco que deben quedar excluidas de las reglas que el gramático construya para dar cuenta de las oraciones gramaticales.
3. Las descripciones de otros gramáticos. Se trata de datos de naturale­za teórica, que el gramático toma como punto de partida para confirmar o refutar mediante contraejemplos (datos que contradicen las reglas propuestas) y propuestas alternativas.

Los datos dotan a la gramática de su contenido empírico ya que permiten ponerla a prueba. Si una gramática hace afirmaciones que son contradichas por los datos (1 y 2), esta gramática será observacionalmente inadecuada y quedará refutada. Deberá ser reformulada para dar cuenta, de esos datos que invalidaron, la formulación previa. Este requisito de la adecuación observacional, aunque necesario, no es la única medida de evaluación de una gramática. Una gramática descriptivamente adecuada formula reglas generales mediante términos precisos y apropiados. Si, además, formula principios generales que permiten deducir el funcionamiento del sistema y subsumir fenómenos aparentemente desconectados entre sí, alcanzará un grado más alto de adecua­ción: el explicativo.
Por eso la gramática nunca llega a ser un producto acabado. Al entender­la como una labor constante de descubrimiento y (re)formulación explícita, advertiremos que los viejos problemas cobran un nuevo sentido al ser estudiados [18] a partir de una perspectiva teórica diferente: surgen nuevas relaciones con otros fenómenos de la misma lengua o de otras lenguas y se plantean nuevas cuestiones que ni siquiera se habían formulado previamente.
Esto no significa, sin embargo, que la gramática tradicional haya perdido todo interés para el gramático actual. Obras clásicas como la de Andrés Bello (Gramática de la lengua castellana, 1847), Rodolfo Lenz (La oración y sus partes, 1920), Samuel Gili y Gaya (Curso superior de sintaxis española, 1941), Salvador Fernández Ramírez (Gramática española, 1951, 1986), el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española (1973) de la Real Aca­demia Española, entre muchas otras, contienen valiosas intuiciones y descrip­ciones que el gramático actual debe conocer e incorporar como datos a expli­car. Sin embargo, la gramática tradicional, preocupada básicamente por cues­tiones normativas ("la corrección"), no siempre exploraba los mecanismos in­ternos que entraban en juego entre los elementos del sistema. Más bien, para prevenir posibles desviaciones, se centraba en los aspectos irregulares, en las construcciones propias de la lengua literaria y en las zonas conflictivas en las que el uso se apartaba de la norma, dejando de lado los aspectos regulares –conocidos por los hablantes– ya que carecían de interés normativo. En cam­bio, la gramática moderna, alejada de la perspectiva preceptiva, se interesa básicamente por las reglas centrales del sistema, que son las que los hablantes adquieren sin aprendizaje. Los fenómenos aparentemente más simples pueden resultar enormemente complejos si se los examina teniendo en cuenta los múltiples factores imbrincados.
En un sentido amplio, la gramática incluye, además del componente morfosintáctico, otros componentes: el fonológico, que concierne al sistema de sonidos de una lengua y que determina la pronunciación de una determinada secuencia, y el semántico, que incluye el significado de las palabras y el de las construcciones de las que aquéllas forman parte. Aquí nos atendremos a la acepción estrecha del término.

 

La noción de sistema

La lingüística moderna ha destacado el carácter sistemático de la lengua. Desde esta perspectiva, la lengua es un complejísimo sistema de elementos que sólo pueden definirse a partir de las relaciones que los vinculan entre sí. En realidad, más que de un único sistema corresponde hablar de un sistema de sistemas, ya que cada componente de la descripción lingüística está forma­do, a su vez, por un sistema que articula varios subsistemas. El estructuralismo [19] centró su visión de la lengua en esta propiedad, de la que se derivan im­portantes consecuencias metodológicas.
Si la lengua es un sistema tan complejo, necesariamente existirán reglas y principios que regulen su funcionamiento. El lingüista debe descubrir estas leyes mediante procedimientos; heurísticos, rjgurosos y controlados. Adviérta­se que, en realidad, toda la actividad del gramático se basa en la convicción de que existen tales reglas y principios. Si no existiera tal convicción, por otra parte sólidamente fundamentada en la experiencia de trabajo, el gramático no se plantearía siquiera la posibilidad de resolver racionalmente los proble­mas suscitados por los hechos del lenguaje; más aun, ni siquiera habría pro­blemas que resolver.
Los procedimientos de análisis se basan en las relaciones que mantienen las unidades en la cadena y en el sistema. Son éstas:
- relaciones entre elementos coexistentes en la cadena, las relaciones sintagmáticas o relaciones-y. En una construcción como las frescas mañanas de otoño se establecen relaciones de concordancia entre el sustantivo y el artículo y el adjetivo, que lo preceden, así como también relaciones de orden. Si se infringen estas relaciones sintagmáticas, el resultado es agramatical: *la fres­co mañanas de otoño, *las de otoño frescas mañanas;
- relaciones entre elementos que pueden aparecer en un mismo punto de la cadena: por ejemplo, podemos sustituir las por esas, unas, algunas, dos; a su vez, de otoño por primaverales, porteños, de mi infancia. Son éstas las relaciones paradigmáticas o relaciones-o.
Estos mecanismos formales son los que le permiten al gramático operar sobre las construcciones (mediante cambios entre los elementos que forman parte de la cadena, sustituciones, permutaciones)1 con el objetivo de estable­cer los factores pertinentes y definir las unidades de análisis.
Si la lengua está formada por distintos componentes relativamente inde­pendientes, no será lícito definir las unidades de uno mediante las de los otros. Esta autonomía resultará particularmente significativa en el plano gramatical. La gramática tradicional definía sus unidades mediante varios criterios, entre los cuales predominaban los nocionales, es decir, los criterios semánticos e in­cluso pragmáticos. Al reivindicar la autonomía relativa de los varios compo­nentes, la gramática actual impone la restricción de trabajar mediante procedimientos formales, basados en las relaciones sintagmáticas y paradigmáticas. A través de ellas y de los principios generales, el gramático construirá su ar­gumentación tendiente a defender las hipótesis que proponga para dar cuenta de un determinado fenómeno. [20]

 

La relación de la gramática con los otros componentes de la descripción lingüística

Las lenguas naturales son mecanismos muy complejos que relacionan sis­temáticamente sonidos con significados a través del componente morfosintáctico. Los sonidos y los significados son estudiados por disciplinas lingüísti­cas: de los sonidos se ocupan la fonología y la fonética; del significado, la semántica y la pragmática.
Mientras que la fonética estudia las propiedades articulatorias y acústicas de los sonidos producidos por el aparato fonador, la fonología se ocupa de las unidades distintivas (los fonemas) que integran el sistema fonológico de una lengua y de su combinatoria.
El significado de una construcción deriva composicionalmente del signi­ficado de las piezas léxicas que la integran y del significado de las estructuras gramaticales. Comparemos las siguientes oraciones:

(2)       a. La astucia derrotó (a) la violencia,
b. La violencia derrotó (a) la astucia.

Si bien ambas coinciden en sus elementos léxicos, la diferencia de sig­nificado proviene de la función sintáctica que desempeñan los sintagmas la astucia / la violencia. Cuando funcionan como sujeto, se entiende que de­signan la causa que provoca la derrota, en tanto que cuando funcionan co­mo objeto directo se las interpretan como designadoras de las entidades que sufren la derrota. La gramática tradicional definió en términos nocionales como éstos las funciones sintácticas: el sujeto como agente, el objeto direc­to como paciente. Si bien las oraciones de (2) responden a esta caracteriza­ción, la correlación entre las funciones sintácticas y las nociones semánticas dista de ser tan simple. Plantear que el sujeto es el agente o la entidad que causa un proceso resulta inadecuado, como puede advertirse apenas consi­deramos oraciones como:

(3)       a. Juan recibió un telegrama.
b. Lucía se pescó una gripe.
c. A Juan le gustan las anchoas.
d. La violencia fue vencida por la astucia.

En ninguna de ellas el sujeto (la expresión en cursiva) es agente. Es por eso que la gramática moderna proporciona definiciones que atienden a las relaciones formales entre los elementos. Una definición de sujeto en los siguientes [21] términos: "El sujeto es el constituyente que mantiene relación de concor­dancia de persona y número con el verbo" da cuenta, en cambio, de todos los casos que quedan excluidos de la definición tradicional.
Los límites entre la semántica y la pragmática se sitúan en la relación del enunciado con el contexto de uso. La semántica se ocupa del significado con prescindencia de todo contexto de uso; la pragmática, en cambio, considera aquellos aspectos del significado en los que es necesario tener en cuenta la situación de emisión o el contexto lingüístico. Por ejemplo, en las siguientes oraciones:

(4)       a. María se casó y tuvo un hijo.
b. María tuvo un hijo después de casarse.

aunque la conjunción y no tiene otro significado, ni desde el punto de vista ló­gico ni gramatical, que la mera adición, por lo que los elementos coordinados pueden permutarse sin alterar el significado, en (a) se reconoce un plus signi­ficativo: se supone una relación de secuencia cronológica. El hablante que emite (a) presupone normalmente (b). Sin embargo, esta relación no es nece­saria ya que puede cancelarse: si alguien sostiene que el nacimiento se produ­jo antes del casamiento, el emisor de (a) puede muy bien excusarse aducien­do que no había dicho otra cosa. Esto significa que el significado temporal que reconocemos en y está asociado a una implicación pragmática, que depen­de del significado de los miembros coordinados.
Si bien lingüística moderna ha defendido la autonomía de la sintaxis en relación con los otros componentes, debemos reconocer que tal autonomía no es absoluta sino, que existen zonas de contacto, interfaces, entre ellos:
a. Gramática-fonología: El sistema fonológico de una lengua no sólo comprende las unidades distintivas que se suceden en la cadena –los fonemas segmentales– sino también unidades suprasegmentales o prosódicas: el acento, la pausa y la entonación. Estas unidades son pertinentes para distinguir gramaticalmente secuencias de otro modo idénticas:

  1. a. La disputa concluyó felizmente,

b. La disputa concluyó, felizmente.

  1. a. Llegó la encomienda,         

b. ¿Llegó la encomienda?

Lo que diferencia los dos ejemplos de (5) es la pausa que separa en (b) felizmente del resto de la oración. Esta pausa tiene pertinencia gramatical porque [22] permite distinguir dos construcciones diferentes. En efecto, en (5a) el ad­verbio felizmente modifica al verbo, por lo que la oración puede parafrasearse mediante una frase como la feliz conclusión de la disputa. En (5b), en cam­bio, el adverbio modifica a toda la oración: transmite la actitud del hablante con respecto a ella. Por eso puede parafrasearse aproximadamente como Es una suerte que la disputa haya concluido. En (6) la diferente curva entonacional permite diferenciar una oración declarativa de otra interrogativa.
b. Gramática-semántica: Históricamente, la relación entre la gramática y la semántica ha resultado especialmente significativa. Mientras que la gramá­tica tradicional privilegió el criterio semántico para definir sus unidades de análisis, el estructuralismo norteamericano pretendía excluir toda referencia al significado de los análisis gramaticales. Si bien ésta pudo ser una restric­ción metodológica saludable en su momento, ya que obligó a definir con pre­cisión los términos mediante procedimientos formales, lo cierto es que el significado interviene en nuestros análisis, ya que sin él no podríamos reconocer las oraciones ambiguas (7) o advertir que dos oraciones, formalmente diferentes, como las de (8) pueden tener el mismo significado,2 es decir que son paráfrasis una de otra:

(7)       En la reunión había hombres y mujeres jóvenes.
(8)       a. Victoria insultó a Patricia.
b. Patricia fue insultada por Victoria.

Adviértase que en (7) es posible entender que eran jóvenes las mujeres o que lo eran tanto los hombres como las mujeres. (8b) es la pasiva de (8a): son sinónimas, relación que también se da entre las oraciones de (9), pero no en­tre las de (10):

(9)       a. Victoria va a insultar a Patricia.
b. Patricia va a ser insultada por Victoria.

(10)      a. Victoria desea insultar a Patricia.
b. Patricia desea ser insultada por Victoria.

(10b) no es, pues, la pasiva de (10a): en realidad, esta oración carece de pasiva, así como (10b) carece de un correlato activo. La diferencia de signifi­cado entre ambas pone de manifiesto la diferencia en las estructuras sintácti­cas respectivas.
El significado no puede ser el punto de partida o el procedimiento para analizar una construcción, dado que no existe una correspondencia estricta entre las unidades gramaticales y las semánticas. Esto no significa que la gramática [23] pueda prescindir totalmente del significado sino, más bien, que éste cons­tituye el punto de llegada. El ideal del análisis gramatical consiste en que dé cuenta de todas las diferencias semánticas que el hablante nativo de una lengua reconoce. Para ello deberá refinar los instrumentos de análisis ya que nor­malmente no se da una correlación directa entre las estructuras gramaticales y el significado que transmiten. La gramática no será adecuada si el análisis de una oración contradice el significado que el hablante le asigna e incluso si no atiende a las diferencias sistemáticas que el hablante puede identificar.

 

El léxico

Estrechamente vinculado a la gramática, el léxico contiene el conjunto de las piezas léxicas con la correspondiente especificación de las respectivas pro­piedades gramaticales, fonológicas y semánticas. Buena parte del conocimiento lingüístico de un hablante consiste en la información que ha internalizado so­bre las palabras de su lengua. Cuanto más amplia ésta sea, mayor posibilidad tendrá de establecer distinciones sutiles para captar la realidad en su variedad y en su dinamismo. A diferencia del conocimiento gramatical, que es compartido en su casi totalidad por los hablantes de una comunidad, hay mayores variacio­nes en el conocimiento léxico que dependen de la experiencia individual y del nivel cultural de los hablantes. También difieren en cuanto a su adquisición: su aprendizaje es un proceso lento, gradual, en parte consciente y que se prolonga toda la vida, en tanto que la adquisición de la gramática, proceso inconsciente y regular, concluye en los primeros años de la vida de un individuo.3
Las piezas léxicas llenan los esquemas formales de la gramática. Cada una, a su vez, está asociada a requerimientos particulares sobre las otras pala­bras de la construcción. Si nos circunscribimos, por ejemplo, a los verbos, ve­ríamos que para algunos (a) basta la presencia de un sujeto para formar una oración, mientras que otros (b) requieren también un objeto directo y otros (c), por fin. un tercer complemento: un sintagma encabezado por una preposición:

(30)     a. Juan camina / tose / trabaja / engordó.
b. Juan detesta / usa / prefiere la computadora.
c. Juan metió el artículo en la carpeta /sacó el artículo de la carpeta.

Algunos verbos, a su vez, seleccionan una preposición particular para en­cabezar su complemento; también esta información debe estar contenida en el léxico ya que no puede deducirse de una regla general de la gramática: [24]

(12)      a. Roque insistió en su propuesta.
b. Carlos no cuenta con el apoyo necesario.
c. Domingo aludió a las mafias.

Además de estos requerimientos sintácticos, las palabras seleccionan tam­bién semánticamente a sus descendientes. Verbos como transcurrir o gotear no aceptan sujetos animados ni abstractos (*La vaca transcurre, *La decen­cia gotea). Transcurrir selecciona un sustantivo que denote una extensión en el tiempo (La tarde transcurría plácidamente), restricción similar a la de la preposición durante. Esta similitud nos muestra que no sólo los verbos impo­nen tal selección; en realidad, en todas las clases hay miembros que exigen la presencia de un complemento (*Luis es colega, *Esta oración es sinónima, *María está exenta ). Todas las preposiciones exigen un complemento, que no puede ser omitido.
Las reglas de la sintaxis son productivas en la medida en que permiten formar un conjunto infinito de oraciones, algunas de las cuales probablemente nunca hayan sido emitidas antes. El significado de una oración proviene, composicionalmente, del de las palabras que la forman y del de la construc­ción. Por lo tanto, toda construcción que no derive de estas reglas de la sinta­xis debe figurar en el léxico. Así los idiotismos, frases hechas y locuciones como guerra fría, lista negra, chivo expiatorio, tomar el toro por las astas, no tener pelos en la lengua, tocar el cielo con las manos, no darle el cuero, a otro perro con ese hueso. Como su significado no deriva en forma composicional del significado de sus constituyentes, deben ser aprendidos como unidades inanalizables. Aunque por lo general responden a los esquemas formales habituales en español, presentan características sintácticas peculiares. Así, en un refrán como Nobleza obliga, el sujeto no va precedido, como es lo normal, por un artículo; el verbo obligar requiere tres argumentos –quién obliga (la noble­za), a quiénes y a qué, los dos últimos implícitos. Todas estas frases son construcciones fosilizadas ya que no admiten modificaciones ni a nivel sintagmático ni paradigmático: no puede cambiarse el orden de los elementos, (la fría guerra deja de ser un idiotismo) ni sustituirse un elemento léxico por otro (probablemente nos costaría hacernos entender si hablamos de la guerra he­lada); ni siquiera es posible alterar los rasgos gramaticales (no tener pelo en la lengua). [25]


1 Cambios en el orden de los elementos.

2 Al menos en lo que concierne al significado meramente descriptivo, es decir a que si (a) es verdadera también lo será (b) y viceversa.

3 Chomsky atribuye esta rapidez y regularidad a una dotación genética, de naturaleza biológica, específica de la especie humana. En apoyo de esta concepción, aporta el argumento de la “pobreza del estímulo”: no hay diferencias significativas en el resultado alcanzado, aun cuando el estímulo recibido sea muy pobre.

Fuente del documento: MANUAL DE GRAMÁTICA DEL ESPAÑOL http://coleccion.narod.ru/manuales/Tuliomanualdegramatica.doc

Sitio para visitar: http://coleccion.narod.ru/ y http://www.ssdnet.com.ar/edicial

Autor del texto: ÁNGELA DI TULLIO

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